El equipazo del presidente Mauricio Macri calza a medida en la descripción de Sheldon Wolin, no así la sociedad civil argentina. Plebeya, díscola, resistente, habituada a ganar la calle en defensa de sus intereses.
La tradición del peronismo, de las izquierdas, de los movimientos de derechos humanos, sabe reencarnarse en distintos parajes y formatos. Las movilizaciones recientes corroboran la combatividad de la clase trabajadora, más allá de su fragmentación laboral y organizativa.
El Gobierno sanatea sobre el número de asistentes, niega que los « metrodelegados » tengan derecho a parar, se lo reconoce a los docentes, pero sostiene que no deben ejercerlo. Encandilado por su narrativa, no percibe cómo se propaga la inconformidad, en proporción directa al número de perjudicados por la política económica.
Las muchedumbres, en todo el país, se comportaron pacíficamente. Los diarios, radios y canales de tevé de Mauricio Yrigoyen fracasaron buscando algún incidente, un par de piñas, un vidrio roto, como hay en cualquier acontecimiento público con cientos de miles de personas. La gente común protagonizó una fiesta popular, política y gozosa, para elevar la voz y amucharse con fines de lucro.
Dos claves ayudan a explicar lo evidente. La cultura política de los participantes, para empezar. Además, la agradable ausencia de fuerzas policiales y el día franco concedido a los provocadores de los servicios de inteligencia. Tal vez hayan cumplido horas extras en otra labor prioritaria : entregar audios con escuchas ilegales a periodistas del palo.
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La dirigencia de Cambiemos jamás aspiró a congregar muchedumbres porque se postula como representante de una mayoría (o una primera minoría) silenciosa. El periodista Martín Rodríguez describe con acierto a ese colectivo deseado :« una sociedad de personas libres, individualizadas, que viajan en subtes o en colectivos mirando cada uno su pantalla y que no esperan la verdad revelada (y colectiva) de la política. (Una Moncloa con manos de tijera » La Política on line).
Da la impresión que buena parte de ese conjunto, argentino al fin, no se resigna a perder derechos, plata, bienes, trabajo. El ajuste los castiga y malquista con el oficialismo. La minoría silenciosa, quieras que no, se arrima un poco a quienes meten bulla. O, cuanto menos, se aleja del Gobierno.
Las imágenes solitarias del presidente Mauricio Macri en Plaza de Mayo o Olivos simbolizan un momento, el peor, de su trayectoria.
Volvamos a Wolin : « la pasividad política es una conducta infrecuente en la Argentina. En particular, cuando caen en picada las promesas de prosperidad, de placeres privados, de realización individual. »
El ajuste, que tanto recorta, pone en riesgo el pacto de baja intensidad entre Macri y sus votantes. Sería demasiado arriesgado profetizar más y demasiado bobo no registrar lo que pasa.
Página 12. Buenos Aires, 27 de mayo de 2018